Antonio F. Marín: Maldito

16 de marzo de 2014

Maldito

Se nos ha muerto el último maldito y lo sentimos porque ya no nos quedan más y no tenemos cambio, vuelva usted mañana. El poeta Leopoldo María Panero se ha muerto a pie de obra escribiendo, fumando y bebiéndose a puerta gayola 10 cocacolas diarias porque el alcohol ya no le decía nada cuando la borrachera te sabe a sacarosa y las litronas pululan por las aceras.

La ha palmado en el psiquiátrico al que llevaba sujeto 40 años con el clip de la sensata locura que te aparta de los mediocres que lo infectan todo con el agua oxigenada de la poesía floripondio, envasada y hueca. Se ha muerto apedreando el lucernario de la casa madre del psiquiátrico donde sólo admiten a los lúcidos que leen las paredes en blanco.



Se nos ha ido a negro el último genio que se asomaba impuntual por el reloj de cuco y se cobijaba entre cartones, sin techo, para protegerse del frío indiferente de esos medianías de derechas e izquierdas cuya vulgaridad es tan sobresaliente que se pasman boquiabiertos al descubrir ángeles y demonios, chicas que sueñan con bidones y cerillas, aventurillas pseudohistóricas, poesía relamida de almidón repujado y demás chándales sociales al uso en esta emporcada España en la que surge la división y el partidismo hasta en un atentado terrorista que mata a 192 inocentes porque por esta corrala hasta lo obvio hay que explicarlo pues por obvio resulta tan obvio que no lo entienden y se impone la envidia cochina del mediocre de cantimpalo, muy española, como los acicalados obituarios una vez muerto y enterrado, boca abajo, puesto que el que no va en manada detrás de la perra políticamente correcta ya es un vivo enterrado muerto.

«... yo que todo lo prostituí, aún puedo/ prostituir mi muerte y hacer/de mi cadáver el último poema», escribió como anticipo en ‘Más allá de donde’.

Se ha tenido que morir para que lo desentierren del psiquiátrico antes de pasar a la tumba del soldado desconocido; de ese olvido donde se hospedan todos iguales por lo raso porque en España ser mediocre reglado es una recomendación para el oropel tipográfico y la palmada maravillada de los suplementos literarios. Menos mal que a su tumba no van a peregrinar los cursis como hacen con la de Machado. Menos mal que nos lo ha avisado:

«Es tan bella la ruina, tan profunda/ sé todos sus colores y es/como una sinfonía la música del acabamiento/ como música que tocan en el más allá /y ya no tengo sangre en las venas, sino alcohol/tengo sangre en los ojos de borracho/ y el alma invadida de sangre como de una vomitona/y vomito el alma por las mañanas/ después de pasar toda la noche jurando/ frente a una muñeca de goma que existe Dios. /Escribir en España no es llorar, es beber/ es beber la rabia del que no se resigna/ a morir en las esquinas, es beber y mal/decir, blasfemar contra España/ contra este país sin dioses pero con/ estatuas de dioses...» Leopoldo María Panero (La canción del croupier del Mississippi ).

Columna publicada en el periódico El Mirador de Cieza. 

Mobusi