Antonio F. Marín: La casta

6 de julio de 2014

La casta

La profesora Kristina Durante, de la Universidad de San Antonio, asegura que las mujeres no sólo los prefieren guapos y algo canallas para un rollo, sino también para una larga relación. Y es cierto. A mí las chicas me han dejado por «empalagoso», por ser demasiado tierno. Así que habrá que ensayar para aprender a ser malos y saltar de la cama al día siguiente sin dejar un beso, una cita o un número de teléfono. C'est la vie.

Una vida que nos consume mientras cambiamos, lampedusianos, el busto parlante del sermón de Nochebuena. Todo lo demás sigue tal cual, o lo parece, porque cuando uno era corresponsal del diario Línea acudía al Mesón del Moro la mañana de la corrida de feria para recibir un sobre del apoderado de los toreros. Un sobre tipo Bárcenas que contenía dos entradas y 500 pesetas.

No te decían nada, pero tú ya sabías que si el torero lo hacía mal le echabas la culpa al toro. Aunque servidor, que era un crío y ya tenía iniciativa empresarial, buscó al ganadero para insinuarle que si me daba 1.000 pesetas le echaba la culpa al torero. Pero no lo vi. Se frustró mi porvenir como emprendedor.
No sé si los toreros siguen repartiendo sobres, pero uno no se fía de los críticos de toros ni de los de cine, arte o literatura. Por si acaso. De los toros dicen que sólo entienden las vacas, pero de pintura puede entender cualquiera porque cuando un pintor forastero exponía en el antiguo Casino, te solía invitar a gambas y tú le correspondías con una buena crítica.

Te ibas al ABC, hacías un rebujito con las crítica de los demás pintores y lograbas el pasmo del artista porque todas las críticas de arte son eso: claroscuros, color, luz, perspectivas, espacio, equilibrio, textura y diálogo, mucho diálogo del artista, aunque sea con una farola. Uno era un crío corrupto, claro, pero un corrupto amateur, sin licencia federativa, porque no sabía de los maestros ‘hipster’ que adoran todo lo que no entienden, ya se trate de literatura, cine, pintura o poesía.

La casta de siempre con la que no puede ni el Pericles de Podemos porque es la que lo apoya, y además está encastada en las artes donde los devotos de los santones publican, exponen y se reparten los premios «flor natural», tanto monta, tuya, mía, tú me premias yo te premio.

Y no tienen abuela, ni solución, como ocurre con el solar del camino de la Estación donde campan los inmigrantes en condiciones infrahumanas. Los españoles que emigraban a Francia eran alojados por los empresarios y lo mismo ocurre con los que acuden a la fresa de Huelva, pero aquí son descastados y abandonados, aunque caiga piedra. Y no tienen seguro. Si se acolchonaran en el Paseo ya les habrían buscado hospedaje. Y lo dice uno que vive desde hace más de 50 años en el Paseo y ha visto pasar de todo, van y vienen, incluidos los canallas que ligan y los ‘empalagosos’ que no se comen ni una raspa.

Columna publicada en el periódico El Mirador de Cieza. 

Mobusi